Con todos los retos de la ética y la computación, y los conocimientos necesarios de campos como la lingüística, la psicología, la antropología y la neurociencia, y no sólo de las matemáticas y la informática, hará falta un pueblo para elevar a una IA. No debemos olvidar nunca que el cerebro humano es quizá el sistema más complicado del universo conocido; si queremos construir algo más o menos igual, la colaboración abierta será clave.